Cambios en la reglamentación térmica chilena: La filosofía detrás de la transformación

Este año se implementan dos grandes transformaciones en el diseño de nuestras viviendas, directamente relacionadas con la reglamentación térmica. Es fundamental no perder de vista la filosofía que ha impulsado y motivado estos cambios, el porqué de su necesidad.

El primer y principal objetivo es mejorar las condiciones de confort para los usuarios.

Las condiciones de confort inciden directamente en una mejor calidad de vida para las personas, dado que afectan nuestros sentidos. Algunos ejemplos claros son:

  • Nuestra visión: Una buena calidad lumínica, ya sea natural o artificial, es esencial para poder realizar nuestras tareas cotidianas.
  • Sensación cutánea de temperatura: A través de nuestra piel percibimos el frío o el calor, lo que influye directamente en nuestro bienestar.
  • Audición: Es crucial poder aislarnos acústicamente de las variaciones sonoras externas o de nuestros vecinos.
  • Olfato e inhalación: Al respirar y oler, necesitamos aire limpio, libre de contaminantes externos como los basurales, internos como los residuos de materiales (Compuestos Orgánicos Volátiles, COV) o aquellos generados por nosotros, como el CO2 que producimos al respirar o calefaccionar, el cual debe ser constantemente renovado con aire fresco.

Una deficiente calidad en la forma en que abordamos estos puntos dentro de las edificaciones, y especialmente en las viviendas, repercute en ausentismo laboral, enfermedades respiratorias y una innumerable cantidad de efectos negativos en diversas áreas.

Por supuesto, lograr lo anterior no puede desvincularse del siguiente principio fundamental: mejorar las condiciones de confort generando la menor cantidad de externalidades negativas.

Para el usuario final, es decir, quienes habitan la vivienda, las externalidades negativas se asocian a los costos de poder satisfacer ese confort para cuidar a sus seres queridos. Por ejemplo, calefaccionar los dormitorios de los niños para que no se enfermen y puedan asistir al colegio, o ducharse con agua caliente para presentarse adecuadamente en el trabajo y no perderlo. Por ende, el costo de cómo satisfacer dicho confort es la principal barrera.

Por otro lado, para el Estado, su mayor externalidad negativa radica en la cantidad y el tipo de combustible que los usuarios utilizan para satisfacer su confort. Lamentablemente, los combustibles de menor costo suelen ser los más contaminantes. A nivel mundial, y Chile no es una excepción, el impacto ambiental de una vivienda, considerando su ciclo de vida completo, concentra más del 90% de la generación de dióxido de carbono equivalente (CO2e) en la etapa de uso, principalmente debido a la climatización y el Agua Caliente Sanitaria (ACS). La construcción no representa más del 1% de esta huella. Además, de todas las edificaciones –hospitales, colegios, oficinas públicas o privadas–, las viviendas consumen y contaminan el 80%.

Comprendiendo que la principal fuente de contaminación proviene de la calefacción, y sabiendo que no puede controlar qué combustible utilizan los usuarios, el Estado sí puede limitar la cantidad de combustible que será necesario, al imponer medidas pasivas en el diseño de la vivienda, beneficiando colateralmente al usuario en su costo diario. Aquí es donde entran los dos grandes cambios introducidos este año:

  • La actualización del punto 4.1.10 de la Ordenanza General de Urbanismo y Construcción (OGUC): Esta norma impone condiciones de diseño con el fin de disminuir la cantidad de combustible necesario de manera cualitativa. Es decir, por ejemplo, al aumentar la aislación de la vivienda, esta perderá menos calor en invierno.
  • La Calificación Energética de Viviendas (CEV): Esta metodología busca cuantificar la cantidad de combustible que requerirá una vivienda. Ya no se trata solo de que “perderá menos calor en invierno”, sino de que “perderá tal cantidad, y por lo tanto, se necesitará tanto calor (combustible) para satisfacer el confort”. Esto permite al Estado definir límites o diseñar políticas públicas cuantificables.

Lo anterior podría hacer parecer que el discurso está completo: tenemos identificado el problema y también una solución. Sin embargo, nos falta abordar el “cómo” lo materializamos. Aunque en términos energéticos y de contaminación la etapa de construcción no supera el 1% , los costos de construcción se elevan y tanto la industria como los usuarios finales son reacios a asumir un sobrecosto cuyo beneficio a largo plazo desconocen. Por parte del usuario, un sobrecosto en el valor de la propiedad puede ser suficiente para buscar otra opción. Y por parte de la industria, incorporar nuevas soluciones constructivas implica también sobrecostos, pero, fundamentalmente, cambios en las metodologías constructivas.

Por lo tanto, aunque no responda directamente al principio fundamental, el “cómo” se materializan estos cambios influye directamente en la aceptación de la industria y, por ende, en el éxito de su aplicación y masificación.

Es en este punto donde entramos los profesionales del área, con la tarea de materializar exitosamente estos tres pilares fundamentales que se resumen de la siguiente manera: mejorar las condiciones de confort generando la menor cantidad de externalidades negativas y al menor costo posible.

Definidas las nuevas reglas y comprendidas las razones, nos corresponde a nosotros, los profesionales del área, apoyar a la industria para materializar estos cambios de la manera más eficiente posible. Para eso estamos.

Por Matías Yachan, Gerente General E3 Ingeniería.